La ciencia de la longevidad

Guardado en: Artículos • Publicado el 26/07/2009 • 5 comentarios

Los millones de neuronas que tenemos al comienzo de la vida, empiezan a morir a partir de los 14 años a razón de varios miles diarios, mientras que el índice máximo de masa ósea de una persona se sitúa entre los 20 y los 25 años. Después de los 25, la pérdida de masa es continua. Por tanto, podemos afirmar que el envejecimiento real comienza en la adolescencia y la juventud.

Sea cual sea el número de años transcurridos desde el nacimiento, ninguna parte del cuerpo tiene más de 10 años. Las células del cuerpo están en constante renovación y los científicos han aprendido a descifrar la edad máxima de las células de los diferentes órganos y tejidos del cuerpo. Todas las células mueren y las reemplazan otras nuevas, incluso las neuronas, según se ha comprobado recientemente. Algunas permanecen vivas unos seis o siete años, otras pueden llegar a los diez años. En consecuencia, salvo alguna zona concreta del cerebro, todo nuestro cuerpo habrá muerto varias veces si hemos vivido varias décadas. Visto así no se entiende tanto miedo a la muerte cuando forma parte de nuestra realidad cotidiana.

Veamos algunos ejemplos de la vida de las células de las que estamos compuestos: Los glóbulos rojos viven solamente unos 120 días, las epiteliales que recubren la superficie del intestino sólo nos duran cinco días, las células que recubren el estómago y las que forman la piel viven unas dos o tres semanas. Esta constante renovación, esta muerte y renacimiento permanente se ha visto ratificada por el método creado recientemente por Jonas Frisen, biólogo de células madre del Instituto Karolinska de Estocolmo, que permite conocer la edad y fecha de caducidad de las células. Este inventor considera que la edad media de todas las células del cuerpo de una persona adulta está entre los 7 y los 10 años.

El equipo de Frisen pasó a investigar la duración de las neuronas del cerebro, un tema que viene siendo motivo de controversia. La idea más generalizada hasta el momento era que el cerebro no genera nuevas neuronas después de haberse terminado su estructura, excepto en dos zonas concretas, el bulbo del olfato y el hipocampo. Sin embargo, esta afirmación ha sido puesta en entredicho por Elizabeth Gould de la Universidad de Princeton en EE.UU. quien ha afirmado haber encontrado neuronas nuevas en determinadas zonas de la corteza cerebral. Es posible que nuestro cuerpo nos parezca una estructura sólida y permanente, no obstante, la mayor parte del mismo se encuentra en estado de flujo constante, mediante la muerte y eliminación de las células viejas y la generación de otras nuevas que ocupan su lugar.

Cada tejido tiene su propio plazo con relación al volumen de trabajo que soporten las células que lo forman. Los glóbulos rojos de la sangre, maltrechos después de un viaje de unos 1.600 kilómetros por el laberinto del sistema circulatorio del cuerpo, sólo viven una media de unos 120 días antes de ser enviados a su cementerio en el bazo. La epidermis, se renueva más o menos cada dos semanas. En cuanto al hígado, el filtro de todos los tóxicos que pasan por la boca de una persona, su vida en el frente bélico de la química es bastante breve. Un hígado humano adulto tiene un tiempo de renovación de entre 300 y 500 días. La vida de otros tejidos se mide en años, pero tampoco son permanentes. Incluso los huesos soportan una restauración constante y todo el esqueleto humano se renueva aproximadamente cada diez años en los adultos.

En el mundo mueren diariamente unas 150.000 personas, lo que equivale a casi dos por segundo, o bien unos 55 millones de personas al año. De esa cifra total, unas dos terceras partes mueren a causa del envejecimiento, es decir unas cien mil personas diarias. Por otra parte es interesante el dato de que una persona normal en el mundo industrializado consume más recursos en medicinas y atención sanitaria en el último año antes de fallecer que en toda su vida anterior. Por tanto, cuando hablamos de eliminar o reducir las causas del envejecimiento, se trata de muchos millones de vidas y de miles de millones de euros en gasto sanitario. Lo que los científicos más avanzados en el tema, como el británico Aubrey de Grey, nos están diciendo es que es muy probable que en este siglo XXI podamos eliminar el envejecimiento como causa de muerte y que es casi seguro que se logren grandes avances en sólo unas décadas, a tiempo por tanto para beneficiar a la mayoría de las personas que hoy vivimos.

La mayoría de las personas, no tienen el mismo concepto del envejecimiento que del cáncer, la diabetes o el infarto. Todo el mundo está claramente a favor de la eliminación absoluta de estas enfermedades lo más pronto posible. Sin embargo, la idea de eliminar el envejecimiento nos provoca una avalancha de temores y reservas incluso de carácter moral. Se nos ha condicionado a creer que lo justo, lo normal e incluso lo moral es morirse a causa del envejecimiento alrededor de los 80 años. En ningún sitio está escrito que así sea. En realidad la evidencia de los últimos siglos nos confirma que ese límite imaginario está alargándose constantemente. Podemos admitir que hasta hace pocos años era lógica esta forma de pensar porque no se había encontrado ningún indicio que permitiera aventurar la idea de evitar el envejecimiento, más allá de eliminar algunas enfermedades y causas importantes de fallecimiento, pero esa situación ha cambiado. Como afirmó hace más de 80 años el físico Max Planck “La ciencia avanza funeral tras funeral”.

Las personas de edad avanzada son más propensas y vulnerables a las enfermedades infecciosas porque uno de los aspectos del envejecimiento es el declive del sistema inmune. Tomemos por ejemplo el cáncer. Cierto es que algunos tipos de cáncer afectan a los jóvenes e incluso a los niños, pero la gran mayoría de tipos de cáncer no se dan en personas por debajo de los 40 años. Así la principal causa del cáncer es la simple acumulación a lo largo del tiempo de mutaciones en los cromosomas. El momento en que ocurren con más frecuencia estas mutaciones es cuando el ADN se duplica durante el proceso de la división celular. Así pues, la acumulación de mutaciones es parte del proceso de envejecimiento y por tanto el cáncer es, de manera predominante, consecuencia de la edad.

Todavía encontramos muchos biólogos que mantienen la presunción de que el envejecimiento es una especie de fenómeno misterioso diferente cualitativamente a cualquier enfermedad, una noción que viene eludiendo la reflexión de tales biólogos. Los biogerontólogos están al corriente de estas realidades y ninguno afirmará que la propuesta de aplazar el envejecimiento sea sencilla, pero también conocen que el cuerpo humano está dotado de un sistema interno de reparación y mantenimiento. De hecho el cuerpo es muchísimo más complicado que cualquier maquinaria creada por el hombre y lo peor es que ni siquiera la hemos diseñado nosotros, razón por la cual nos vemos obligados a desmontar su “ingeniería” para entender su funcionamiento y saber cómo mantenerla en marcha. Sin embargo, como afirma el Dr. De Grey, esta dificultad no altera la lógica de lo indicado anteriormente: que la capacidad natural para la auto reparación o auto curación con la que nacemos es nuestra aliada en la cruzada anti envejecimiento.

F. Javier González Martín

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