La ciencia se acerca a la llamada “fuente de la juventud”

Guardado en: Artículos • Publicado el 24/12/2009 • 7 comentarios

Hasta hace unos años las personas mayores parecían estar condenadas a envejecer de manera pasiva sin alternativa a la resignación. Hoy podemos afirmar que no somos como una botella de leche con la fecha de caducidad impresa en el envase, sino que prácticamente podemos elegir la extensión de nuestra longevidad. Más aún, podemos empezar a vivir mejor que nunca a partir de los 60 siendo conscientes de que esa edad representa la auténtica flor de la vida.

Por esta razón he entrecomillado en el título la expresión “fuente de la juventud”, porque lo que la ciencia nos está ofreciendo no es realmente volver a la juventud sino la posibilidad de convertir la vida a partir de los 60 en la época más esplendorosa de nuestra existencia. La ciencia no pretende rejuvenecernos porque eso equivaldría a creer que la vejez es un mal. La dictadura de la juventud obligatoria está llamada a desaparecer a medio plazo.

Para quienes hemos cumplido los 50 e incluso los 60, la barrera de los 100 años está desmoronándose gracias a un número creciente de personas que superan esa edad, especialmente las mujeres (un 85% de las personas centenarias son mujeres). Esta realidad imparable hace que los científicos, los sociólogos y en menor medida los políticos se preparen para afrontar una nueva realidad: el desafío de la generación más longeva de la historia.

No se trata de recuperar la juventud o de alargarla, sino de alargar la vejez, llenos de salud y de ilusión. Con este propósito se han logrado ya resultados sorprendentes. Los primeros pasos se dieron ya en 1935 cuando se realizaron los primeros experimentos en la restricción calórica. Tras aplicar en los roedores la técnica de reducción de calorías, se demostró que los ratones aumentaban su longevidad en un 30 por ciento.

En 1987 se iniciaron los mismos experimentos con primates y hoy la mayoría de aquellos monos están todavía vivos, por lo que no se tienen los datos definitivos sobre el aumento de supervivencia. La experimentación con humanos de esta técnica de la reducción calórica, está ya arrojando los mismos resultados que en roedores y primates con los que compartimos casi el 99 por ciento de los genes. Y la mejor noticia es que si se logra, será sin necesidad de pasar por la farmacia.

Para lograrlo, el repetir un plato de postre en estas fiestas al final de una copiosa comida, puede no ser el mejor camino hacia la longevidad o hacia una vida libre de cáncer, según afirman los investigadores de la Universidad de Alabama en Birmingham (EE.UU.) según un informe publicado el 22 de diciembre 2009. Esto se explica porque han mostrado cómo las dietas bajas en calorías (especialmente con reducción de glucosa) ayudan a las células a vivir más tiempo. Este descubrimiento, que ha sido publicado online en la revista FASEB podría llevarnos a diseñar tratamientos que reducen o frenan el proceso de envejecimiento y evitan el cáncer.

El doctor Trygve Tollefsbol, investigador que trabaja en el Centro para el Envejecimiento en la Universidad de Alabama, ha afirmado: “Confiamos en que el descubrimiento de que la reducción de calorías alarga la esperanza de vida de las células normales de los humanos, nos llevará a nuevos descubrimientos de las causas de estos resultados en las distintos tipos de células y facilitará el desarrollo de nuevas técnicas para alargar la vida de las personas. Esperamos también que estos estudios nos permitirán progresar en la prevención del cáncer y de otras dolencias relacionadas con la edad avanzada mediante el control de la ingesta de calorías”.

Para hacer este descubrimiento, Tollefsbol y sus colegas utilizaron células humanas normales del pulmón y células precancerosas que estaban en las etapas iniciales de la formación cancerosa. Ambos grupos celulares crecieron en el laboratorio recibiendo niveles de glucosa (azúcar) normales y reducidos. A medida que las células crecían durante un periodo de varias semanas, los investigadores controlaron su capacidad para dividirse y vigilaron la supervivencia de estas células durante ese periodo. La evidencia mostró que las células normales vivían más tiempo y que muchas de las células precancerosas morían al suministrarles menos glucosa.

La reducción de glucosa provocó que las células mostraran una mayor actividad del gen que dicta el nivel de telomerasa, una enzima que prolonga la vida y una menor actividad de otro gen (p16) que reduce su crecimiento. Los efectos epigenéticos (efectos que no se deben a las mutaciones genéticas) resultaron ser una causa importante del cambio de actividad de estos genes al reaccionar a los niveles reducidos de glucosa. Este estudio confirma la idea de que estamos a punto de poder persuadir a nuestras células de que nos permitan vivir más tiempo.

F. Javier González

Comentarios

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