A hombros de gigantes

Guardado en: Artículos • Publicado el 01/05/2015 • 9 comentarios

A-hombros-de-gigantesEn la literatura científica y sobre todo después de Newton, es conocida la frase estar subido a hombros de gigantes, que quiere indicar que lo que una persona haya podido conseguir se debe a las aportaciones de otros que le precedieron. Isaac Newton (1643-1727) escribió esa frase en una carta a Robert Hooke en la que hacía mención a sus predecesores Copérnico, Galileo y Kepler aludiendo a los hombros de sus gigantes. La frase completa fue: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”.

Tres siglos después, esa modalidad de aprendizaje sigue siendo válida. En el siglo XXI podemos recuperar ese objetivo para estar a la altura de una sociedad en la que el conocimiento humano actualmente se duplica cada 12 meses y pronto se va a duplicar cada 12 horas. Así el aprendizaje permanente es indispensable especialmente para quienes deseen liderar algo y también para quienes deseamos beneficiarnos del regalo de una cuarta edad más allá de los 85 años aprovechando los avances de la biotecnología y la medicina.

Otro elemento indispensable para una vida feliz es la gratitud en general y de manera especial hacia nuestros maestros. Si tenemos maestros (gigantes) durante toda nuestra vida para lograr una educación permanente, una educación que no termine a los 20 ó 25 años, sino que continúe de por vida, nuestra gratitud debe ser también permanente.

Sin pretender ser modelo ni ejemplo de nada, pero con la intención de que se entienda mejor el concepto de ir “sentado a hombros de gigantes”, cito a continuación a aquellos que han configurado mi paradigma mental y a quienes debo toda mi gratitud.

Mis gigantes

Del Dr. Luis Alberto Machado aprendí en la década de 1970-80 que la inteligencia se aprende y se adquiere y que tenemos derecho a ser inteligentes.

Del filósofo y profesor Jose Antonio Marina, aprendí que en el ser humano hay dos grandes motivaciones contradictorias: una la búsqueda del bienestar y otra el deseo de ampliar nuestras posibilidades, que nos lleva a la invención, la exploración y el riesgo.

Del Dr. Joe Dispenza aprendí que el cerebro no es rígido sino plástico y la forma en que podemos desarrollarlo

De los doctores Luis Rojas Marcos y Stefan Klein aprendí la fórmula de la felicidad

Del Dr. Valentín Fuster aprendí la ciencia de la salud y que tener más de 60 años no es obstáculo para seguir una vida activa y hacer incluso ejercicio intenso.

De los Doctores Bruce Lipton y Aubrey de Gray aprendí que todas nuestras células son inteligentes y que es posible vivir con salud hasta los 120 años

De Ray Kurzweil, alma mater del M.I.T. y eminente futurista así como impulsor de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley, aprendí que en los próximos 15 años las terapias en biotecnología y nanotecnología podrán frenar el envejecimiento.

De Peter Diamandis aprendí que el futuro es mejor de lo que pensamos, que la mejor manera de controlar el aumento de la población es aumentar la supervivencia infantil y la educación de las niñas. También que la economía basada en la escasez deja paso lentamente a una economía de la abundancia.

De los demógrafos Luis Rosero-Bixby, Michael Poulain y los Doctores Wilcox aprendí que ya hay varios lugares en el mundo donde es facil vivir más allá de los 100 años con salud e ilusión y que seguramente esos lugares no son los únicos.

Entre todos ellos han conseguido que mi pasión por el aprendizaje aumente cada año y mi curiosidad siga siendo la de un niño inquieto.

Envejecer con salud es posible, prolongar la vida más allá de los 100 años llenos de vitalidad y siendo útil a los demás está en nuestras manos, pero nadie ha dicho que sea fácil, especialmente porque seguramente hemos pasado muchos años de nuestra vida sin hacer prevención. Aún así no es privilegio de unos pocos escogidos, sino el derecho de todos, para no tirar por la borda décadas de experiencia y sabiduría acumuladas.

El camino se hace más cómodo, más amplio y sencillo cuando caminamos a hombros de gigantes

F. Javier González

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