Para que una investigación científica sea viable ha de representar a corto o medio plazo, una inversión financieramente rentable. Una rentabilidad que en los últimos años viene dada por la posibilidad de patentar algo que después se pueda vender a los grandes consorcios farmacéuticos, quienes a su vez lo comercializarán sólo si se ajusta a un sector mayoritario del mercado que asegure a los accionistas, subidas importantes en la bolsa. Ya son del dominio público los manejos, el intenso lobbying ante los gobiernos y las presiones a que se ven sometidos los políticos respecto a los intereses mastodónticos de las empresas farmacéuticas.
Un ejemplo palmario en España es la incomprensible situación de la melatonina, una hormona que tiene numerosas aplicaciones para la salud y beneficios conocidos para muchísimas personas y en especial para las que han cumplido los 50 años. Sin embargo, es un producto que no se comercializa, ya que no está autorizada su producción y venta porque no hay una patente y por tanto las empresas farmacéuticas no obtendrían beneficios con su producción y venta.
Sobre las bondades indiscutibles de esta hormona y sus numerosas aplicaciones en el empeño por retrasar el envejecimiento, me limito por ahora a dejar constancia de que todos los especialistas están de acuerdo en sus bondades con prácticamente ninguna contraindicación y sin embargo, muchísimas personas conocedoras de esta hormona se ven obligadas a comprarla en otros países.
Más aún, a diferencia de lo que se hace con la clonación o con las células madre, sobre la melatonina no se publican artículos en los medios de comunicación, no se generaliza el debate sobre su uso y su distribución y no se genera la emoción sobre las ventajas de su utilización para retrasar el envejecimiento, por la simple razón de que por ahora no se puede patentar y por tanto, no hay razones financieras para su comercialización.
Recientemente el Dr. Darío Acuña Castroviejo, que dirige un ensayo clínico pionero para tratar con melatonina la principal causa de muerte en las UCIS, ha podido probar que la melatonina, también conocida como hormona del sueño, puede retrasar el envejecimiento. Según el Dr. Acuña, la melatonina es la pila que activa el reloj biológico del organismo, la encargada de regular el patrón del sueño y la vigilia.
Pero también encierra un potencial enorme como recurso terapéutico y como freno para el envejecimiento celular. La melatonina, también conocida como la hormona del sueño y cuya actividad es clave contra la principal causa de mortalidad en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales (UCIS): la sepsis o inflamación generalizada del organismo a causa de una infección que desemboca en un fracaso multiorgánico.
El equipo de la Universidad de Granada dirigido por el investigador gallego Darío Acuña Castroviejo ha probado en cultivos celulares y en ratones que la administración controlada de melatonina previene la sepsis, lo que le ha valido la autorización para llevar a cabo un ensayo clínico pionero en España y en Europa en el que se comprobará los efectos de la hormona en un grupo de 50 pacientes previamente seleccionados.
«En los modelos animales sometidos a un shock séptico hemos visto que la melatonina previene la muerte del animal, con lo que en poco tiempo esperamos iniciar el tratamiento en un grupo de pacientes del Hospital Virgen de las Nieves, de Granada. Pasamos de la experimentación a la clínica», explica el catedrático de Fisiología de origen santiagués, que ha dedicado los últimos veintidós años de trabajo a estudiar el mecanismo de acción de la melatonina dentro de la célula, una investigación que también le ha permitido varias publicaciones científicas en revistas de relevancia.
El equipo de Acuña Castroviejo se ha centrado en los mecanismos de producción de la hormona en el hígado y cerebro, investigación que ha arrojado una conclusión fundamental: la melatonina tiene efectos antioxidantes y antiinflamatorios muy potentes. O lo que es lo mismo, su aplicación puede ser útil para el tratamiento de patologías que cursen con un estrés oxidativo e inflamación, como es el caso de la sepsis, pero también del envejecimiento o el párkinson. En ambos supuestos, los investigadores han probado con éxito el beneficio terapéutico en un modelo celular y en otro animal, en los que se redujo la muerte celular.
«Utilizamos ratones con un envejecimiento acelerado -señala Acuña Castroviejo- y les suministramos melatonina al mes de nacer y luego durante el resto de su vida. Lo que conseguimos fue que los ratones tratados vivieran igual o incluso más que los normales». De lo que se trata, asegura, ya no es alargar la expectativa de vida, sino también de «vivir con una mayor calidad».
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