El avance de la mujer y la desigualdad

Nuevo escenario para el avance de la mujer

A estas alturas del tercer milenio y del siglo XXI, y en los países industrializados, tal vez no sea necesario insistir en la necesidad de lograr el avance de la mujer hasta equipararla al hombre en derechos y oportunidades. En el resto del mundo, la situación de desigualdad de la mujer sigue siendo una lacra social responsable de buena parte del subdesarrollo.

Sin embargo, en ambos casos y desde las distintas ópticas se hace necesario plantear un nuevo escenario y acceder a un nuevo paradigma que sea válido para la nueva etapa de sociedad globalizada. Para evitar las reticencias que suele producir a ciertas personas el concepto de globalización, me apresuro a aclarar que globalizar no es negativo ni positivo, depende de lo que globalicemos. Si globalizamos el respeto y los derechos humanos para proteger a todos los seres humanos no es lo mismo que si globalizamos el mercado o la economía en manos de unos pocos para explotar a la mayoría. Entiendo por sociedad globalizada el hecho de que una mujer de clase media en Ecuador, Vietnam o Nigeria puede estar en contacto, recibir información y emitir sus opiniones haciéndolas llegar a otras mujeres en Suecia, Japón o Estados Unidos por medio de internet, por no extenderme en otros medios y recursos disponibles.

Aclarado este concepto que confirma la creencia intuida por muchas personas desde hace siglos, de que la humanidad es una sola familia (siempre lo ha sido, pero ahora es cuando puede funcionar como tal), parece necesario investigar los principios, creencias, expectativas, hábitos y actitudes, en otras palabras el paradigma, que ha de regir esta nueva relación a escala global. Hasta ahora el enfoque del desarrollo, de la tecnología, de la política, de la economía y hasta de la religión, ha estado dominado por el patrón y el esquema mental masculino, que se basa en la sistematización, en el enfrentamiento y la competición, todo ello regido desde el lado izquierdo del cerebro de los varones.

En el resto del mundo, la situación de desigualdad de la mujer sigue siendo una lacra social responsable de buena parte del subdesarrollo.

La nueva etapa de madurez, de unidad, cooperación y paz se logrará potenciando la capacidades que rige la parte derecha de nuestro cerebro. Del cerebro de los varones y de las mujeres para lograr el equilibrio y la armonía necesarias.

Según el renombrado psiquiatra canadiense H.B. Danesh, las tres cualidades fundamentales de los seres humanos son el conocimiento, el amor y la voluntad. El conocimiento nutre y fertiliza nuestros pensamientos que nos permiten llegar o acercarnos a la verdad. El amor genera sentimientos hacia otros seres o ideales que nos hacen converger en el mismo camino hacia la unidad. Finalmente la voluntad actúa como combustible para la acción que podemos orientar hacia el servicio. Si partiendo del conocimiento, el amor y la voluntad, podemos llegar a la verdad, la unidad y el servicio, estaremos en el buen camino para mejorar nuestras vidas y las de muchos otros. Así pasamos de una vida instintiva, fragmentada y competitiva a una vida integradora y de verdadero desarrollo humano.

Para que entendamos la diferencia entre este planteamiento y los que ya conocemos, vemos como la desigualdad económica entre el norte y el sur se ha pretendido paliar mediante un flujo caritativo de dinero de los países ricos hacia los países pobres. Esto es, uno que tiene da al que no tiene, mientras que el concepto de servicio citado se basa en una relación entre iguales.

Como afirmó Marcel Proust, "la verdadera aventura del descubrimiento no consiste en buscar nuevos países, sino en mirar con nuevos ojos".

Este tipo de cambios en nuestra óptica se hace más sencillo a partir de la incorporación de la mujer, o para ser más exactos, la incorporación de lo femenino al acervo cultural. Como afirmó Marcel Proust, "la verdadera aventura del descubrimiento no consiste en buscar nuevos países, sino en mirar con nuevos ojos". Nuestra sociedad que, mediante la orientación masculina, ya ha descubierto, ocupado, conquistado, invadido, asaltado, arrasado y explotado la mayor parte de los rincones del planeta, tiene aún la asignatura pendiente de mirar el planeta y sus relaciones sociales con otros ojos. La mirada y su correspondiente interpretación masculina la conocemos y la padecemos. Ahora nos queda dar ese salto, ese giro copernicano y mirar con ojos de mujer. El hacerlo significará un punto de inflexión que modificará de manera sustancial nuestras relaciones personales y sociales en todos los ámbitos.

El Foro de ONGs celebrado en paralelo a la IV Conferencia Internacional de la Mujer, que se celebró en Pekín en 1995, propuso ya entonces la idea de mirar al mundo con ojos de mujer. En aquella conferencia de las Naciones Unidas se estableció una serie de prioridades y actuaciones. La destacada participación de la Unión Europea se resume en el siguiente enunciado:

La unión Europea instaura una nueva relación entre las mujeres y los hombres que supone una distribución igualitaria del trabajo remunerado y no remunerado y una participación de las mujeres y de los hombres en la vida civil, política, económica, social y cultural en condiciones de igualdad.

El texto resume en muy pocas palabras grandes áreas de la vida en las que incluso en la rica y avanzada Europa continúan perpetrándose vergonzosas actitudes adversas a la vida de la mujer. Lo que hace inexcusable que cambiemos la óptica y miremos el mundo con ojos de mujer es el hecho de que el rostro de la pobreza es un rostro de mujer. Recuérdese que más del 70 por ciento de los pobres del planeta son mujeres. ¿Será por eso por lo que el sustantivo "pobreza" es femenino?

Es un hecho demostrado estadísticamente que en aquellas sociedades en las que ha mejorado la igualdad de oportunidades para el hombre y la mujer, las condiciones son mucho más propicias al logro, allá por 2015, de las metas del Milenio. Todas y cada una de estas Metas del Milenio están directamente relacionadas con los derechos de la mujer. - En contraste con lo afirmado más arriba, las sociedades cuya población femenina no disfruta de igualdad de derechos con los hombres no pueden alcanzar un desarrollo sostenible. En Asia, América Latina y África, en las zonas donde se ha dado a las mujeres una oportunidad para salir adelante, mediante créditos para montar negocios y pequeñas empresas, o allí donde se han ampliado las oportunidades educativas, el resultado ha sido que las familias son más fuertes, sus economías más estables y sus sociedades florecen.

Foto por Francisco González Pérez

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