Sabiduria Aplicada

La educación de las niñas

La educación de las niñas es la clave para el desarrollo integral de cualquier sociedad. Las niñas sin estudios continúan engordando las cifras de los 1000 millones de adultos analfabetos del mundo, ya que dos terceras partes son mujeres. De entre los 100 millones de niños que hay en el mundo entre 6 y 11 años sin escolarizar, el 70 por ciento son niñas. Quizá en los países occidentales esto nos suena a problema del tercer mundo, pero cada día va quedando más claro que los problemas de cualquier país terminan afectando al nuestro y como prueba tenemos la inmigración que llena nuestras aulas con niños y niñas de países de todos los continentes.

Ugwu, por poner un ejemplo real, es una niña que vive en Lagos, la capital de Nigeria. Quiere ser ingeniera, pero por ahora se conforma con trabajar en una caseta de madera, cubierta por unos listones que apenas sujetan unos ladrillos, que a su vez sirven para mantener extendidas unas bolsas de plástico a modo de tejadillo. Desde que amanece hasta bien entrada la noche, esta niña de 12 años vende huevos, rollos de papel higiénico, botes de caballa y unas botellitas de agua mineral que sus clientes beben allí mismo o por cuyo envase han de pagar si desean llevárselas. Pero este mes, la madre de Ugwu se ocupará del tenderete para que su hija se enfunde el uniforme de escolar. "Si voy a la escuela, podré ser alguien en el futuro", dice Ugwu. "Pero si no voy, tendré que seguir vendiendo y mendigando".

La educación de las niñas es la clave para el desarrollo integral de cualquier sociedad.

Tan sólo una tercera parte de los niños de Nigeria asisten a la escuela secundaria o instituto, de modo que si Ugwu termina, podrá contarse entre las muy afortunadas. También su país se considerará afortunado. Según el Fondo para la Población de las Naciones Unidas, basta un uno por ciento de aumento en el número de niñas que terminan sus estudios secundarios para que el crecimiento económico se catapulte en un 0.3 por ciento. Por supuesto, el caso de Ugwu admite verse frívolamente como una anécdota en el inmenso y proceloso mar de las fuerzas históricas y sociológicas: no es más que una jovencita que va a la escuela. Pero desde otra perspectiva, su valiente acto significa monedas en la hucha de Nigeria. No olvide que estamos hablando de Nigeria, cuya economía está basada en sus florecientes recursos petrolíferos. Los impopulares gobiernos militares fracasaron a la hora de utilizar los recursos petrolíferos para sacar al país de su dependencia de este sector, que proporciona casi todas las divisas y el 80 por ciento de los ingresos del gobierno. La agricultura de subsistencia del país ni siquiera ha seguido el ritmo de crecimiento de la población, por lo que Nigeria, que era un exportador neto de alimentos, debe ahora importarlos. Hago este inciso sobre la economía y los grandes recursos económicos malgastados por este país africano, por si todavía quedan personas ingenuas que piensan que el problema de la pobreza y el analfabetismo en el mundo se arregla sólo con el dinero de los países ricos occidentales. No es un problema de dinero disponible, sino de capacidad para utilizarlo correctamente, sabiendo cuales son las prioridades. Esa capacidad se obtiene con la educación, pero si empezamos con educar a las niñas, mucho mejor, como iremos viendo.

Habrá quien piense en lo mucho que hay que invertir para hacer que la educación llegue a todas las niñas y niños del mundo. Efectivamente, no es una empresa barata, pero siempre resulta ser la mejor de las inversiones. A ese respecto no se me ocurre mejor argumento que el que ofreció Benjamin Franklin: "Si cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia".

Habrá quien piense en lo mucho que hay que invertir para hacer que la educación llegue a todas las niñas y niños del mundo. Efectivamente, no es una empresa barata, pero siempre resulta ser la mejor de las inversiones.

La educación de las niñas, en particular, es el paso más eficaz que puede dar un país para combatir la pobreza y, no obstante, siguen siendo numerosas las barreras que les impiden a las chicas acudir a la escuela. Es imprescindible encontrar fórmulas para derribar estas barreras y asegurar que no quede una sola niña privada de su derecho fundamental a la educación. Analicemos cómo la educación de las niñas ayuda a combatir la pobreza, pues esta faceta de la educación es fundamental en la lucha para la erradicación de la pobreza global. Lo corriente es que una niña que ha recibido educación contribuya a aumentar los ingresos de su familia y de su comunidad, que tenga hijos más sanos y que esté menos propensa a contraer el sida. Los beneficios que producen las niñas escolarizadas llegan más allá de su comunidad local. Los estudios realizados demuestran que el aumento de niñas escolarizadas en un país fomenta el crecimiento económico, promueve la estabilidad política y reduce los costes de la atención médica. ¿Quiere un ejemplo? Una actividad agrícola más productiva como consecuencia del aumento de la educación femenina fue la causante de que entre los años 1970 y 1995 descendiese la malnutrición en un 43 por ciento. Incluso la educación más elemental de las niñas arroja pingues beneficios. Según Unicef, por cada año que se añade a la permanencia de una niña en la escuela, sus ingresos como persona adulta aumentarán en un 15 por ciento. La alfabetización femenina también está ligada al descenso en la mortalidad infantil. Los bebés nacidos de madres sin educación formal tienen el doble de riesgo de morir antes de cumplir los cinco años. Sobre la importancia de la educación de las niñas, quizá nadie lo expresó con tanta claridad como Mahatma Gandhi:

"Quien educa a un hombre educa a un individuo, pero quien educa a una mujer educa a un pueblo".

La Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo en 1994, hizo hincapié en que, en cualquier contexto social y cultural, el aumento de la educación de las niñas y las mujeres produce un descenso de los índices de fertilidad y una reducción de las tasas de mortalidad y morbilidad.

La verdad es que no debería hacer falta recurrir a cifras económicas para justificar la necesidad social de asegurar la educación de las niñas, pero por si queda alguien que cree que es tan sólo una cuestión cultural o de equipararse con los niños varones, es preciso decir que el dejar a las niñas fuera de la clase, hace que su país sea un 50 por ciento menos competitivo.

"En esta era del trabajo especializado, el no educar a las mujeres significa que, automáticamente reduces a la mitad tu competitividad como país".

Así se expresaba Pat Utomi, uno de los principales economistas de Nigeria y profesor en la Escuela de Empresariales de Lagos. A esto añadía certeramente:

"Si ahora hay que centrarse en educar a las chicas es porque hasta ahora, hemos actuado con una negligencia evidente".

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