Desarrollo sostenible y la mujer

La mujer y el desarrollo sostenible

Por F. Javier González Martín
Artículo publicado en Part Forana (Mallorca) el 25 de octubre de 2007

Si como muestra la evidencia científica, la mujer está biológica y psicológicamente mejor preparada que el hombre para las tareas que implican el cuidado de las personas y de las cosas, eso ya sería razón suficiente para dejar el tema de la sostenibilidad en manos femeninas para que reconduzcan el modelo de desarrollo.

Desde hace más de veinte siglos vivimos sometidos al lastre de dos concepciones insoportables cuya pervivencia misma nos podría hacer dudar de la inteligencia humana. Por un lado, el haber mantenido a las mujeres fuera de los círculos de decisión, desde el hogar hasta el gobierno, y por otra parte, el dogma de que todo en la vida debe funcionar por el método del enfrentamiento de adversarios. No necesitamos sustituir a los hombres por las mujeres, sino modificar esas nociones e incorporar la aportación total femenina que es lo que hemos estado dejando fuera de la escena política, social, laboral, religiosa y cultural.

Como ejemplo, existen grupos de mujeres que dirigen sus quejas a la Organización Mundial del Comercio porque este organismo ignora a la mujer. De hecho, cuando se trata de articular políticas comerciales, las mujeres no tienen rostro ni tienen voz, ya que no se les da ocasión de estar presentes en los análisis que realiza la organización sobre la liberalización del comercio. La ausencia de la perspectiva femenina permite que los acuerdos de esa organización se alcancen sin tener en cuenta el impacto que estas políticas tendrán sobre las mujeres. Otra protesta va contra los grupos empresariales que operan en países en vías de desarrollo, que se apropian de las semillas, las plantas medicinales y otras formas de conocimiento, que son las mujeres las que tradicionalmente lo han mantenido y preservado.

Es evidente que si a una persona hambrienta le preguntamos ¿cuántos son dos y dos? nos responderá que dos y dos son cuatro panes. Este mismo principio es el que permite una rápida asimilación de otras operaciones intelectuales ligadas a los ciclos de la vida. Por tanto, no se trata de teorías pedagógicas solamente, sino de ayudar a que los afectados adquieran por sí mismos el conocimiento y la capacitación que les ayude a cultivar, a aprovechar el agua, a conseguir semillas, en definitiva, a dominar los recursos que aseguren el alimento de sus familias. Los países que lo están logrando son los que han favorecido la educación de la mujer.

En los países de tradición cristiana, donde se ha favorecido un modelo de caridad basado en una curiosa interpretación de las palabras de Jesús “pobres, los tendréis siempre con vosotros”, se promueve como solución de las desigualdades económicas, no una política de justicia y equiparación del bienestar para todos, sino una especie de flujo de caridad en dirección norte-sur para que los países ricos del norte entreguen importantes sumas de dinero a los países pobres del sur. Esta idea ha demostrado no ser el camino para equilibrar las diferencias o para evitar que los extremos de riqueza y pobreza sigan distanciándose cada vez más. Estas desigualdades han sido generadas por mentalidades masculinas y esos falsos remedios también están impulsados mayoritariamente por hombres, de forma que la ayuda externa se convierte en un excelente método para que el dinero de la gente pobre y honrada de los países ricos vaya a parar a los bolsillos de la gente rica y desvergonzada de los países pobres.

Otra de las preocupaciones que afectan al desarrollo sostenible es el desequilibrio por el abuso de los recursos naturales, así como por la sobreexplotación. Pues bien, todo empezó cuando unos hombres (varones) difundieron un texto metafórico al que ellos dieron carácter literal y empezaron a actuar en consecuencia. Me refiero al texto siguiente:

“Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra” Génesis 1:28

Resulta paradójico que otras recomendaciones bíblicas no hayan tenido tanta aceptación ni se haya puesto tanto empeño en obedecerlas al pie de la letra, pero en cuanto a esta orden de henchir, someter y dominar la tierra, los hombres, o sea, los varones, en cuanto tuvimos medios técnicos para hacerlo, nos pusimos a obedecer rigurosamente el mandato bíblico. Comenzamos a “dominar sobre los peces del mar”, arrasando los fondos marinos con redes de arrastre y sometiendo los caladeros a una implacable y sistemática depredación sin darles tiempo para reproducirse. Los varones, muy versados nosotros en cuestiones bíblicas, hemos sabido conjugar los verbos someter y dominar en todos los tiempos, los verbales y los históricos.

La igualdad plena entre mujeres y hombres, en todos los ámbitos de la sociedad, es crucial para lograr el desarrollo sostenible. Dado el papel vital de la actividad económica en el avance de la civilización, una prueba visible del desarrollo vendrá dada por la medida en que las mujeres tengan acceso a todas las esferas de la economía. El desafío va más allá de garantizar una distribución equitativa de las oportunidades, por importante que esto sea, y requiere que los temas económicos incorporen todo un abanico de experiencias y percepciones, concretamente las de la mujer, que hasta ahora han quedado excluidas del discurso. Conforme se vaya valorando la contribución de la mujer, el resultado será una civilización más pacífica, equilibrada y próspera.

por F. Javier González Martín, escritor. Autor de El fin del mito masculino

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